Antes, como digo, éramos uno, pero ahora, por nuestra iniquidad, hemos sido separados por la divinidad, como los arcadios por los lacedemonios. Existe, pues, el temor de que, si no somos mesurados respecto a los dioses, podamos ser partidos de nuevo en dos y andemos por ahí como los que están esculpidos en relieve en las estelas, serrados en dos por la nariz, convertidos en téseras.
Platón, Banquete, 192e-193a
Ama et quod vis fac (Ama y haz lo que quieras)
San Agustín
Ubi amor, ibi oculus (Donde hay amor, hay visión)
Ricardo de San Víctor
Ahora comprendo mi aspiración: no deseo el gozo para agotarlo entre mis manos; lo anhelo para simbolizar en él todos los gozos. Captar al arquetipo, contemplar los principios metafísicos del fenómeno de la dicha. En cuanto al amor físico, hacer de él un rito iniciático, un desasimiento concentrado, una transmutación dualista. La pareja abrazada debería sentirse a sí misma como un yantra en movimiento: si en lugar de dos sexos hubiese tres, la cópula ternaria sería obligada para hacerse una idea del ser completo.
A ella la he visto en muchas mujeres, y en poemas, y en silencios. Desconozco si busco el recuerdo de una persona o el substrato de toda belleza. Si busco a un ser humano, nacido en la península, criado en la ciudad, tímido… o si busco la pieza que me falta para completar mi propio diagrama del andrógino primordial. Sí, ha de ser esto.
La belleza de una mujer no radica en las finas sutilezas de su rostro o en las hipérbolas de sus caderas. Radica únicamente en su mayor o menor condición de mujer, radica en la medida en que sus cualidades femeninas se contraponen con tus rasgos masculinos. Lo mismo sucede en el hombre desde el punto de vista de la mujer. Es la oposición y, por tanto, la potencial compleción, dentro de una identidad esencial, lo que define el criterio de belleza humana. Buscamos compensarnos en un equilibrio común, en el Pleroma humano, sean cuales sean los excesos y defectos: ésa es la meta.
La pulsión de Eros es un organismo a la vez inmaterial y sanguíneo con el que intercambiar contacto con nuestros congéneres y así reafirmarnos en la intuición de que el catálogo de razas que se extiende por el ancho mundo no es sino un solo ser. Es claro que no podemos abrir nuestro pecho a todos y dar nuestra sangre en cada esquina. Por ello hemos de enfocarnos y expandirnos paso a paso. El amado, la amada, no es, no debe ser el amuleto de tus humores: ha de ser la medida en que aprendes a disolverte en el cosmos y, evaporándote, ascender hacia la Fuente. El encuentro ha de ser un convite al que asistan los dioses y otorguen a los novios su bendición, como en las bodas de Cadmo y Harmonía.
[Música: Mozart, Concierto para flauta, arpa y orquesta, K. 299; II. Andantino]
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Gracias por el linkeo, Antoine. Y aprovecho para desearte una feliz entrada en el próximo año.
[…] He rendido culto a la Belleza, como siempre. Apenas cité el concepto de patria y vine calibrando, como en ocasiones anteriores, el significado del amor personal. […]