Cuando estás enfermo aumenta la salud del hombre interior.
Dicho de Amma Sinclética
Virtus est homini scire id quod quaeque habeat res.
Virtud es saber qué implica cada cosa para el hombre.
Lucilio, Sátiras, Marx 1328
1. Compararse con los que sufren no es un consuelo de tontos, sino la toma de conciencia de la relatividad humana. Hay, hubo y habrá tanto sufrimiento en el mundo que deberíamos tomar nuestros propios sufrimientos dosificados como privilegios y oportunidades para reconducir la vida. ¿Cuántas desgracias extremas hay a nuestro alrededor son tan aturdidoras que no permiten siquiera un mínimo de recapacitación y asimilación a sus víctimas? Puesto que toda criatura sufre, no ser víctima de un caos indigerible no es poca fortuna.
2. Aun postrado en el lecho puede percibirse la brisa. Aun enceguecido puede uno aprehender la belleza del mundo. Por muy al interior que llegue la enfermedad, no alcanza al centro del ser para quien está espiritualmente maduro.
3. Hay una transacción adecuada entre errores y consecuencias. No hay nada injusto en que una persona instruida y bondadosa contraiga un malestar mayor que el que aparenta el ignorante y zafio. Los errores de uno y otro conllevan sus propias consecuencias, y nadie queda libre de sus errores de un modo u otro según la magnitud y naturaleza de aquéllos. Muchos llevan en su pecado su penitencia, y la propia desazón de actuar incorrectamente es a menudo suficiente mortificación.
4. Amar la vida en el momento de mayor belleza y esplendor es habitar la primavera. Amar la melancolía es pasear por el otoño. Amar el placer más inmediato es bañarse el verano. Aferrarse a la desgracia y obcecarse en el hundimiento es encerrarse en el invierno. Solamente aceptando cada fase del ciclo del alma se recorre el viaje de las estaciones y se convierte uno en residente de todo lugar y todo momento.
5. No pensar tanto en las sensaciones de uno mismo es una forma de escapar de sus manifestaciones negativas. Cuanto más se vuelca uno en el bienestar del otro, tanto más trasciende su propia discapacidad. Cuanto más se ama, menos se sufre.
6. El mundo nos implora belleza y amor. Las sensaciones de fastidio y de arrogante euforia son velos que podemos rasgar para responder a esa llamada imperiosa. Los velos quedarán hechos jirones y permanecerán todavía allí languideciendo, sí, pero nuestro movimiento los harán leves como plumas que colorean la estancia sin regirla.
7. Las ideas más profundas sobre el saber vivir se pueden reducir a un par de frases de aspecto ordinario. No hay que hacer grandes cosas ni se encuentra la respuesta en ampulosos y sutiles discursos. Basta con adquirir conciencia de la unidad de los seres y amar dicha unidad sin preocuparse de las fronteras entre el yo y el otro, enfatizando, acaso, el área que corresponde al otro.
8. Amar de forma más particular e individualizada es un modo de asir un salvavidas perentorio. Puesto que amar a todo el mundo con máxima intensidad y con total ecuanimidad es tarea sólo apta para santos, el hombre medio ha de comenzar por la unión con otro individuo humano. Amando a un congénere trasfundimos nuestra auto-observación obsesiva y nos liberamos de la cárcel del narcisismo, adquiriendo la sabiduría de quien encuentra el yo en formas distintas al yo inmediato. El amor particular es un primer paso en la aplicación del principio homeomérico: en lo distinto veo lo propio. De ahí a ver todo en todo hay una enorme escala que se recorre a medida que se ensancha el amor.
9. Entre la salud física, la salud mental y la salud espiritual, salva ante todo a ésta. Se puede vivir con alguna discapacidad corporal, se puede vivir con falta de memoria o de coordinación, pero vivir sin un centro cósmico es vivir en una estancia permanentemente oscura de la que no sabemos por dónde salir y ni siquiera si debemos salir. Y así es, sin embargo, como vive una gran parte de la humanidad, lo cual explica muchas cosas.
10. Ama, y serás amado por el Ser. Olvídate de ti y serás de nuevo acogido por el Centro.
11. Reconoce que la lección de humildad que supone la enfermedad y la desgracia no es comparable con ninguna otra. Al verte obligado a dar un viraje existencial, adoptas por la fuerza el cambio que no te habrías atrevido a adoptar de otro modo. Y no se trata de una maldad del destino, sino de un aviso extremo de tu propio ser de que enfocabas la vida de manera absurda. A grandes males, grandes remedios.
12. No esperes a recuperarte de la enfermedad para cambiar de vida ni de objetivo. Actúa desde este instante. No hagas promesas de ejercitarte cuando las circunstancias sean favorables. Ejecuta ya la promesa. Aplazando permanentemente el cambio, nunca se produce; pues cuantos más placeres y comodidades te envuelvan, más te distraerás de lo esencial. Aprovecha la vacuidad del hundimiento para erguirte, y aprende a mantenerte erguido en todo momento. No lo aprenderás cuando te sientas bien y mecido por las brisas.
13. Tu malestar no es un castigo, sino una consecuencia proporcionada. Así, pues, no esperes caridad ni bendiciones, sino compensar en la medida de lo posible los desequilibrios reparables, y aprende a asumir los irreparables.
14. La enfermedad es una lección, pasajera o definitiva según la disciplina que necesita el que la sufre. Si tu pecado es muy grande, mayor será la lección y más difícil será evitar sus consecuencias. Acepta la lección, acepta su dureza: es el cambio que necesitas a juicio del orden cósmico.
15. Los hombres activos viven permanentemente distraídos, cayendo y levantándose una y otra vez. Aprovecha que la caída te ha paralizado del todo para centrarte en lo esencial, para comprender el ser y trascender las pequeñas miserias que, al ser tan numerosas y diversas, acogotan a la humanidad.
16. Ciertamente, se puede implorar a un dios para que cesen los males que lo acogotan a uno. No obstante, la compasión personal del rostro antropomórfico de lo divino no articulará una solución hasta que se haya consumido el fruto de tu karma. Pues más que un castigo, el sufrimiento es una consecuencia lógica. Ciertamente, un milagro puede eludir la lógica, pero colocar todo el énfasis en la posibilidad de los milagros es un derroche de energía moral.
17. La tara física es el escarmiento que más puede aproximarse a la médula de tu ser y la cotidianidad de tus actos. Todas tus ideas, tus elucubraciones filosóficas, tus posturas y obsesiones, nada de eso es nada cuando percibes el aguijón de la carne. Entonces revalúas tus prioridades y te avergüenzas de tus lamentos y pruritos pasados.
18. Sólo caben dos posibilidades para tu fin, el cual habrá de llegar ineluctablemente: o te azota un golpe súbito o te degradarás en una senda angosta. Ante la primera posibilidad, ten todo dispuesto, sin tareas pendientes, sin aplazamientos que ya no se podrán cumplir. Ante la segunda posibilidad, déjate llevar por la corriente y entrarás más fácilmente en el océano del que no se sale.
19. La curación implica rutina, y ésta conlleva el cultivo de virtudes que el perezoso rara vez adoptaría de otro modo: paciencia, constancia, disciplina, austeridad y resignación. La carne es la mejor escuela para el indolente.
[Música: Monteverdi, Lamento della Ninfa]
Potente síntesis de sabiduría bajo el temple de lo estoico. Por elocuencia y afinidad con la visión que he logrado rasgar a la realidad, me laten especialmente los cánones cuatro, trece y dieciocho, mas en todos ellos admiro tu capacidad para señalar un eje, una ruta de trascendencia desde el infortunio que todos, en diverso grado, hemos de apurar hasta las heces.
Sobre la música, la elección del Lamento ha resultado ser un acierto pleno de concordancia (¿es Montserrat Figueras la soprano?). Como la duración de la pieza se me ha hecho escasa mientras estudiaba el texto, he recurrido a esta inspirada composición de Reijseger:
Gracias.
Hola, Autógeno, y disculpa la tardanza. La pobreza para con los proveedores de conexiones y la fatiga me han trabado el justo responder. Hago una excepción en lo que confiadamente advierto que será la tónica.
Me alegra que consideres operativa la vía estoica. Fue una balsa exitosa en los turbulentos tiempos helenísticos y por el mismo motivo síguelo siendo ahora. Pero poco tengo que hacer yo con lo dicho por un Zenón de Citio, un Epicteto o un Séneca. Razón por la que no escribo para adoctrinar, sino para recordarme a mí mismo la doctrina, pues nada se asimila mejor que lo que se formula y reformula. El publicarlo es un mero automatismo, mezcla intrincada de generosidad y vanidad.
En efecto, creo que se trata de Montserrat Figueras, su timbre era (es, pues su voz no ha muerto) de los más característicos y arcaizantes que he oído. Bien visto.
Tu video “no está disponible en mi país”, según advierte el amable servidor.
Salve.